Varios son los comentarios sobre cuando una mujer decide que quiere ir al baño. Los hombres parecieran no entender ciertas costumbres que tenemos a la hora de entrar a ese espacio maravilloso, inundado de calma, alejado de todo… cuatro paredes que nos conectan con una misma. Pero mantengan la calma, tomen lápiz y papel y siéntese a leer las diversas situaciones que se acompañan de un “voy al baño”, todo bajo mi perspectiva y experiencia.
1.- Cuando estamos solas.
No sé ustedes, pero cuando yo estoy sola en la casa hago puras leseras, como cualquier cosa, no me visto, en fin. Pero cuando llega la hora de ir al baño, voy predestinada a conectarme con mi yo interior, así que ahí estoy: abajo pantalones, posición perfecta como si fueras a hacer una sentadilla y listo. Cuando mis inexistentes nalgas tocan el “WC” alcanzo el nirvana y como buena “Millenial” me llevo el celular, porque mis mejores ideas nacen en el baño (no, no estoy escribiendo desde ahí), así que ahí estoy aceptando solicitudes de amistad, dando likes, tuiteando, dando consejos amorosos, etc.
Concluida la evacuación de cualquier desecho intestinal procedo a lavarme las manos como corresponde y me enfrento a él, el mejor amigo y enemigo de una, ese accesorio que hay en cada baño, justo arriba del lavamanos: el espejo. No importa el tamaño del cual sea, ese objeto es el que hace que un trámite de 5-10 minutos (según lo trancada que estés) sea de 20, 30, hasta 40 minutos, porque ¿qué es lo que hace una? se mira todo el rato; te sacas puntos negros, te revientas esa espinilla molesta, te miras los dientes, ves si tienes arrugas, te pruebas peinados y mi favorita, hacer caras tontas. No sé por qué lo hago (yo sé que no estoy sola en esto), pero es placentero, como que una practica por si le toman una foto. Luego te vas y haces como si nada hubiera pasado.
2.- Cuando vas a salir.
Típico que cuando una va a salir se produce, hay que deslumbrar y está súper bien, el tema es que esa producción demora y harto, lo cual genera molestia en quien le tocó esperarte, especialmente cuando el elegido es un hombre. Es que ellos no entienden que, en primer lugar, la ducha demora sus buenos minutos… en 3 minutos no te cantas la discografía completa de la Britney; en segundo lugar, ¡el pelo demora en secarse caballeros! y súmale el alisado, porque una no va a salir como un plumero a la calle pues; en tercer lugar, el maquillaje… cosa más demorosa oye y bueno, el resto es vestirse sin que nos veamos gordas que demora la eternidad.
No crean que una disfruta demorándose tanto y haciendo todo esto, no es tan agradable tampoco así que paciencia y comprensión, por favor. Con esto no quiero generalizar, al menos en mi caso esto no me pasa porque no me hago problema, tampoco quiero imponer un estereotipo, pero si concuerdo en que una se puede demorar un poquito más cuando va a salir, no por ser mujer, sino que porque una la piensa y aunque de toda la flojera del mundo terminamos diciendo eso que todo profesor/a te dijo alguna vez: la presentación es importante. En una de esas te cae una peguita del cielo, ni malo (o un pinche).
3.- Cuando ya saliste y estás con tus amigas.
No podía no mencionar ese ritual infaltable de todo grupo de amigas. Me refiero al “acompáñenme al baño”. De repente a todas nos dan ganas y vamos en patota no más, nada importa. Una entra, la otra te afirma la puerta, las otras se maquillan pero todas conversan… todas y no importa si se conocen, porque puede suceder lo siguiente: la que entró a hacer sus necesidades, que para contextualizar, figura en cuclillas, calzón abajo, con la taza del baño llena de papel higiénico por si acaso y con la cartera o bolso en la mano; ella inicia la conversación con la que le sostiene la puerta (algún pelambre), de esta, salta a la que está en el lavamanos, luego a la que se está maquillando y luego al resto de las minas que nunca en tu perra vida has visto pero no importa, porque te entienden, te dan consejos a veces, te llaman amiga según el nivel de alcohol en la sangre y ahí señores, se completa el rito, cumpliste tu cometido en los servicios higiénicos y estás lista para salir, renovada.
4.- Finalmente, está el “voy al baño” como excusa.
Es algo muy marcado que tenemos como género el estar en un carrete, bailar con un tipo, querer arrancar, que no te lo permita y sacar la carta infalible de “oye voy al baño” y desapareces entre la multitud, porque el tipo no es tan inhumano como para no dejarte ir, aunque él sepa que te perderá para siempre. Quiero decir, sinceramente, que esta excusa una no la dice porque tenemos un gen diabólico, simplemente la otra persona se pone cargante o baila mal o no nos sirve para nuestro cometido (sea el que sea); sin embargo, está muy trillada. Hago un llamado a mis congéneres a cambiar de estrategia, al menos yo nunca lo he dicho, digo otra cosa o pido rescate, el fin es el mismo y no lo digo por pena a esos pobres hombres, sino porque ya saben que nunca vamos al baño, que es una vil mentira, entonces no tiene brillo, es mejor cuando conservan la ilusión de que volveremos. Sarcasmo, claro.