¿El amor que te mereces?

La palabra “merecemos” hizo que hace algún tiempo se desatara un torbellino de opiniones encontradas entre algunas personas cercanas a mi. Todo comenzó con un extracto de un texto escrito por Frida Kahlo que pegué en mi muro de Facebook, el cual decía lo siguiente:

“Mereces un amor que te quiera despeinada, con todo y las razones que te levantan de prisa, con todo y los demonios que no te dejan dormir.

Mereces un amor que te haga sentir segura, que pueda comerse al mundo si camina de tu mano, que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel.

Mereces un amor que quiera bailar contigo, que visite el paraíso cada vez que mira tus ojos, y que no se aburra nunca de leer tus expresiones.

Mereces un amor que te escuche cuando cantas, que te apoye en tus ridículos, que respete que eres libre, que te acompañe en tu vuelo, que no le asuste caer.

Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga la ilusión, el café y la poesía.”

Mi opinión de inmediato fue que ojalá existiera alguien así, que encajara con la descripción de ese ser perfecto que Frida nos decía que todas merecemos, pero que nadie tiene lo que se merece, porque la mayoría de las veces todo suele ser un buen comienzo en el que se hacen esfuerzos para parecer alguien perfecto en la conquista, y cuando esta ya está cometida desaparecen para mostrar al verdadero rostro discordante con la imagen inicial.

Entonces una amiga me sorprendió con su respuesta a mi comentario, diciéndome que ella ha intentado eliminar la palabra “merecer” de su vocabulario, ya que por lo general esto suele ser simplemente una forma de describir lo que queremos, porque que subjetivamente hablando, lo que pensamos que merecemos es lo que en realidad queremos. Así que simplemente había que decir “Yo quiero esto”.

Me puso a pensar a mil por hora, porque puedo comprender que si definimos lo que merecemos en el amor vamos a describir a nuestra propia versión del príncipe azul, que básicamente viene siendo lo que queremos. Entonces mi amiga tenía razón en su afirmación: “lo que cada una siente que merece en realidad es lo que quiere”.

Todo bien, todo muy claro y lógico, entonces ¿por qué si somos capaces de definir nuestro ideal de persona con tal facilidad muchas veces terminamos emparejadas con alguien que dista mucho o suele ser el opuesto absoluto?

Recordé cierta escena de la película “The perks of being a wallflower”, en donde el deprimido protagonista observa cómo la chica que él amaba estaba emparejada con el pelotudo más grande de la fiesta y pregunta por qué una chica maravillosa como ella está con un patán como ese, a lo que le responden “cada una tiene el amor que cree que merece”, por eso ella estaba con un tipo que no la valoraba mientras que el que la adoraba tenía que observarlo desde lejos… lo irónico es que ella en el fondo también adoraba a aquel chico.

Entonces ¿cómo es la cosa? Porque la mayoría de las veces en la realidad suele ser de la misma forma: “Chica quiere a chico maravilloso pero se queda con el pelotudo y sufre como loca” ¿Será que queremos una cosa y lo gritamos a viva voz pero en el fondo sentimos que merecemos (queremos) otra que no es tan perfecta? ¿Entonces cuál es nuestra disfunción con los conceptos de querer y merecer?

La ley de atracción nos dice que atraemos a nuestra vida lo que queremos, que en muchos casos suele ser lo mismo que definimos como lo que merecemos, entonces ¿cómo arreglamos esta contradicción entre lo que queremos y lo que sentimos que merecemos? Posiblemente nos auto boicoteamos en este sentido y al final lo que atraemos es aquello que nuestra autoestima dañada nos indica que merecemos o debemos querer… lo cual es demasiado lamentable, porque significa que nosotras mismas nos direccionamos a tener aquello que nos hace daño y dejamos esos sueños de cosas bellas como un simple mensaje en el muro de Facebook como tantas otras frases de auto ayuda que compartimos y se transforman en el escudo que esconde un gran vacío.