Estoy en medio de una edad en donde socialmente hablando, ya debería tener un esposo, un par de hijos, una estupenda casa y un lindo perro. Junto con esto, pagar deudas, preocuparme de colegios, tener asados familiares y reuniones con grupos de matrimonios amigos. Pero no, estoy viviendo según yo la edad que me corresponde a mi estilo de vida y a la que yo por voluntad propia he elegido vivir.
¿Quién dijo que después de los 30’ no se puede seguir teniendo la vida loca de una adolescente?
Claro está, la diferencia es notoria, pues ahora poseo la independencia económica que me permite hacer lo que yo quiera, sin depender, obviamente, del bolsillo de mis padres como en mis tiempos universitarios y por supuesto tener la madurez necesaria para distinguir entre lo que es diversión y relajo v/s desenfreno e irresponsabilidad.
Me encanta no preocuparme de nada un domingo por la mañana. Saber que mi máxima angustia es ver como remediaré la resaca que me acompaña o qué panorama entretenido haré por la tarde para coronar el fin de semana. No niego que a ratos encuentro divertido ver a mis amigos con sus hijos y sus vidas familiares de ensueño o construyendo una vida en pareja, pero inevitablemente (y como ya lo he hecho notar) no es eso lo que quiero para mí.
Amo por sobre todas las cosas mi independencia, mis espacios, mis silencios, mis rabietas e incluso he llegado a desarrollar mi lado más solitario de la felicidad, sobre todo tomando en cuenta que soy hija única y qué conozco perfectamente el sentido de estar sola. Y por otra parte amo con la vida la diversión con mis amigos, las conversaciones profundas con mis hermanos de alma y mis caminatas eternas acompañadas de buena música.
Bien dicen que cuando las cosas te pasan se sabe de qué se tratan, así que es imposible que pueda saber lo maravilloso que puede llegar a ser el convertirme en madre si no tengo hijos, es imposible que puede vislumbrar siquiera lo que es despertar todos los días en los brazos del ser amado hasta envejecer, pues no soy vieja y creo que pocas veces he amado.
Quiero que sepan que tener pareja o hijos no es la única manera de hacer familia, yo por mí misma soy familia, pues me amo y me protejo por sobre todas las cosas, así que para aquellos que me pregunten nuevamente; ¿Y cuándo te casas?, ¿Cuándo vas a tener un hijo?, y el clásico ¿Te vas a quedar para vestir santos?, les dedicaré mi gesto técnico más conocido dentro de mi círculo cercano, los miraré a los ojos, levantaré mi ceja derecha y con toda mi cara de ironía les gritaré; ¡Por qué no se callan!