No cualquiera puede quedar inmune ante el sufrimiento de un animal. Se dice de hecho, que quienes son capaces de soportarlo e incluso causarlo, tienen rasgos psicopáticos en su personalidad en mayor o menor grado, ya que muchos de aquellos que en algún momento terminaron dañando a un ser humano, comenzaron por dañar a un animal.
Hace unos días vimos con horror en las redes sociales un nuevo testimonio captado por una joven que intentó detener a un agresor que arrastró a un perro colgado desde su auto.
El pobre animal se retorcía, intentaba con desesperación aferrarse al suelo que se deslizaba con una velocidad feroz o seguirle el ritmo al vehículo mientras sus patas sangraban, su cuerpo se golpeaba constantemente contra el auto y el pavimento, y la cuerda de la cual colgaba lo ahorcaba.
Finalmente el esfuerzo realizado por su supervivencia fue en vano. Ni siquiera los gritos de la mujer que grabó el incidente lograron detener un hecho que pudo haberse evitado con un simple frenazo. Los dramáticos minutos vividos por el animal terminaron con una dolorosa muerte que llegó después de una gran tortura y sufrimiento.
¿Cómo alguien puede ser inmune a este dolor? ¿Cómo puedes ver a un ser indefenso sufrir y morir a causa de tus actos y seguir tu vida como si nada hubiera pasado?
El agresor era un hombre mayor que declaró no comprender a qué venía tanto alboroto, pues “solo se trataba de un perro”, palabras que solo me hacen pensar en la infinita ignorancia en la que viven algunas personas que aún no son capaces de entender el valor de un animal que parece haber sido creado con la única finalidad de amar a los seres humanos.
Un perro es la amistad hecha ser vivo. Desde que se acercan a una persona establecen un lazo y son capaces de sentir afecto con tan solo unos minutos de interacción. ¿Cuántas veces aquel perrito callejero al que acariciaste durante unos momentos con distracción terminó demostrándote cariño inmediato y siguiéndote como si siempre hubiese sido tuyo? ¿Cuántas veces ese perro al que le dedicaste una sola mirada, te la respondió con una animada movida de cola esperando que te quedaras un tiempo más con él?
Su capacidad de afecto es tan grande que incluso son capaces de perdonar castigos y crueldades, darse cuenta de sus errores y pedir perdón con gestos de su cabeza e incluso reconocer nuestros estados de ánimo solo por nuestros movimientos.
Son seres tan magníficos que pueden compartir una vida que no está hecha para ellos solo por la felicidad que a ellos les produce el compartirla con nosotros… así de maravillosos son los perros.
El perrito colgado no se merecía morir así… no con su pequeño cuerpo presintiendo el final sin comprender qué había hecho para merecerlo.
No se me ocurre un castigo que pueda ser equivalente a dañar así a un ser que ni siquiera es capaz de entender por qué está siendo dañado. Solo se me ocurre que hace falta educación en nuestra sociedad, de aquella que a aquel hombre le faltó. Esa que te enseña que la vida de una mascota no es algo que se toma como si fuera una bolsa de vida vaciable y “rellenable” a tu antojo. La que te enseña que no maltratas a quienes te aman y que el dolor que le causes a un ser vivo no tiene forma de ser redimido por ningún acto, porque el solo hecho de pagar cariño con tortura te transforma. Te hace convertirte en un monstruo que no volverá a ser consciente del sufrimiento de otros de la misma manera, porque te acerca a aquellos que han causado grandes males y dolores, dejando tras de sí una sombra de ideales rotos, como la que sentimos todos aquellos a quienes nos dolió en carne propia ese último viaje de aquel compañero que colgó de aquel auto.